jueves, agosto 27, 2009

Sola

Estoy destendiendo la cama. Las sábanas flotan en medio de la habitación.
Pedazos tuyos y míos caen al suelo, pedazos de la noche que pasó, entre besos y caricias, se estrellaron y se perdieron en los dibujos de los mosaicos. Un caleidoscopio yace ahora en el piso que no me atrevo a pisar.
Pienso en cómo voy a transitar esta noche sin vos. Mis pechos estarán perdidos sin la brújula de tu lengua. Mis manos buscarán el territorio de tu espalda. La cañada en la que me pierdo es ahora un tibio recuerdo entre mis labios. Voy a morir de sed sin el agua de tu vertiente.
Esta noche nuestra cama será un desierto y tendré que mantenerme alerta contra las bestias que rondan en la oscuridad. Tendré que andar en silencio y despacio por el territorio de tu ausencia. Llevaré como amuleto los besos que dejaste entre mis piernas y el recuerdo de tu mirada para llegar viva al alba.

De regreso

El sol baja como un globo encendido sobre un mar de autos.

Es un atardecer absurdo, tan absurdo como que vos te quedes en el andén con esos enormes ojos de lunas viéndome partir.

Intento ver, por última vez, tu cuerpo empequeñecido por la distancia.

Estas inmóvil allí esperando que levante la mano para decirte adiós.

Parecés una nena perdida que espera a su mamá.

Guardo el calor de tu boca que ahora es más caliente por el llanto.

El guarda me pregunta a dónde voy.

Yo lo miró y le digo a ninguna parte, sin ella no hay a dónde ir.


Gal