sábado, junio 24, 2006

El reino del revés

A veces, muy seguido, pienso en qué cosas son las que me apasionan, y no logro poner una lista de prioridades, todo me gusta un poco, todo me gusta mucho y no logro definirme en nada.
Ya llevo muchos años, más de treinta, intentado saber cual será mi verdadera vocación. Cómo si esto fuera la gran quimera, la gran y enorme pregunta que me signa desde que he nacido.
Qué ser o más bien quién ser para el resto de la humanidad, qué mostrar o qué demostrarle al resto. ¿Qué cosas sé hacer para encajar en este mundo?, qué cosas hago bien y qué cosas soy capaz de aprender. Qué cosas hago mal? ¿Existe el mal?

Siempre tuve muy claro que las dimensiones y los números no son mi fuerte, no comprendo estrategias ni consignas y hasta creo que mi velocidad mental es similar a la de un caracol en una mañana soleada.
Puedo ver todo desde una mirada muy propia tanto que nunca encaja con la lógica mundana y real. Con mis propias reglas me es difícil moverme en el mundo, ha de ser por eso que siempre estoy a contramano.

Desde muy pequeña, algo extraño habitaba en mí, un mundo del revés interiorizado y rebelde que no compatibilizaba con la educación de los años ’70 de la Argentina y menos, con la educación y orden que pretendían imponer mis padres.

Mis primeros conflictos fueron de “orden” mi idea del orden siempre era diferente al orden pre establecido, es más, mi idea del orden era precisamente el des - orden, un orden al revés en el que yo comprendía el mundo. No se si lo comprendía o si trataba de comprenderlo pero por esos rumbos de “tratar” aún sigo caminando.

Cuenta mi madre que desde muy chica cuando me preguntaban si quería algo yo respondía que “no” con la cabecita de un lado a otro y me negaron casi todo hasta que advirtieron que “no” era “sí” y que “si”, en mi lenguaje, era “no”, tal fue la confusión de mis mayores que, por las dudas, ya nunca más volvieron a preguntarme nada y les resultó mucho más práctico no dejarme opciones, dándome lo que ellos consideraron apropiado.
Creo que allí fue donde construí mi primera propia jaula.

Luego, un poco más crecidita comprendí que me tendría que adaptar al lenguaje oficial para no seguir haciendo, comiendo y tolerando todo aquello que, por contrariada, estaba soportando pero no era nada fácil y siempre se me confundían los tantos, “...se equivocó la paloma, creyó que el mar era el cielo y que la noche la mañana se equivocaba…” decíaRafael Alberti en la voz de Serrat y yo era la paloma.

Cuando llegó la etapa de la escuela, comenzaron los problemas enserio.
Mis cuadernos, presentaban una pequeña diferencia con el resto de los cuadernos de mis compañeritos, estaban completamente escritos de abajo hacia arriba, desde afuera hacia adentro y desde luego sin respetar ni entender de márgenes, renglones ni espacios.

Recuerdo que un día, luego de muchos retos y muchas recomendaciones de mi mamá, muy nerviosa, llevé en un sobre y ordenadas cómo debían pegarse, todas la figuritas para pegar en el cuaderno y pensé durante todo el viaje hacia la escuela, mientras cantaba aurora y tomaba distancia, en no equivocarme y pegarlas cómo debía hacerlo, desde el margen hacia afuera y desde arriba hacia abajo, pues sucedió lo esperado. Cuando terminé de pegarlas, contenta, las miré y advertí que había tomado el cuaderno al revés. Lloré mucho, me enojé mucho, tiré el cuaderno, me puse roja de rabia y de vergüenza y me sentí inútil hasta el día de hoy.

Uno de mis juegos favoritos, de niña, era marearme hasta quedar tirada en el suelo viendo cómo todo giraba y se convertía en otro paisaje, allí no había arriba ni abajo había desorden de imágenes y eso me encantaba. Otro juego era tirarme de espaldas con la cabeza colgando de la cama para imaginarme, nuevamente, un orden distinto al que me imponía la gravedad planetaria. Pero eso solo sucedía en mi cabeza, en el mundo real había un orden que cumplir, un arriba que respetar un abajo que pisar, una derecha que nunca sabía cual era y una izquierda que me complicaba la existencia.

Gimnasia, la materia más odiada y perversa, para una niña como yo, se convirtió, entre otros males de mi infancia y adolescencia, en mi gran tortura, después de matemáticas, claro está. Cuando la maldita profesora, hija de Satán, comenzaba con esos estúpidos ejercicios en donde debía rotar los brazos para un lado y saltar para otro y todo esto sincronizado con las compañeras de fila, yo hacía todo exactamente al revés y chocaba con la manada que, cual ejército ruso, hacían al pie de la letra los ejercicios impuestos. Por eso durante casi todo el tiempo que duró, la maldita, “educación” fingí estar mortalmente enferma, descompuesta, traumatizada y muy dolorida de lo que fuera para no tener que someterme a tan grandes papelones.

En fin la vida no me ha sido fácil y he tenido la costumbre de entorpecerme a mi misma, más me hubiera valido ser sumisa y no cuestionar las reglas que hacen que este mundo funcione tan aceitado y feliz, más me hubiera valido ser un poco menos expresiva en mis costumbres y adaptarme como casi todos los seres vivos del planeta, pero no yo elegí el camino más escabroso, el más difícil, el más contrariado y lo peor es que los años han hecho bien su trabajo, he empeorado!.

El desorden sigue siendo mi orden, el zaping mi forma preferida de ver tele, mis disidencias siguen manteniéndome en pie. Aún estoy patas para arriba inventando mi propio mundo en el que no existen fronteras ni estúpidas formas que deforman.

Sigo a contramano con el mundo. Si todos entran yo salgo, si todos van yo vuelvo en vez de inventarme una mentira, para ser feliz, como el resto de los mortales, yo he elegido a la verdad como aliada, como estandarte, aunque esto me cueste la vida.

viernes, junio 09, 2006

De aquellos años

La poesía que leerán más adelante tiene su historia, fue la primer poesía lésbica que escribí y que me atreví a leer en público.
Desde luego yo no sabía que estaba escribiendo una poesía lésbica y los que escuchaban tampoco creo que lo hayan advertido.
Yo, por aquellas épocas, no sabía exactamente qué estaba escribiendo. Hoy a muchos años de haberla escrito percibo la vivencia del silencio en el que la mayoría de las lesbianas nos sumimos por no ser lo que deberíamos ser : mujeres heterosexuales que se ajustan a cierta práctica sexual impuesta por el sistema.

Esta poesía nació después de mi primer experiencia sexual con una mujer (hace poco más de diez años).
A la muchacha tuve que olvidarla a la fuerza, a fuerza de dolor, mejor dicho, como no podía ser de otra manera.
A esa mujer le agradecí siempre aquel día, pues abrió mi alma y mi cabeza a la idea de animarme a disfrutar de mi sexualidad, lamentablemente solo eso puedo agradecerle, pues la historia tuvo su lado sádico. Pero parece que eso es lo que nos depara el destino en los comienzos a muchas lesbianas.
Aquella hermosa chica me enseñó el camino del placer y luego desapareció o lo que fue peor, aparecía, de tanto en tanto, para recordarme que fue ella la primera en navegar las aguas que nadie había navegado.
Ella no sabía bien qué quería pero... me quería para ella sola, aunque ella tenía compromisos con media humanidad y ni un segundo para escucharme, valorarme, amarme o al menos hacerme pasar un buen rato de sexo digno. La histeria a más no poder plasmada en la bella imagen de la mujer de mis sueños.
Ella se convirtió en dueña de mi inocencia, de mis fantasías,pues yo creía que esa mujer era el amor de mi vida. Manipulaba con maestría los tiempos. Sostenía con absoluta seriedad promesas que jamás se cumplirían y dejaba mis deseos truncados una y otra vez. Yo siempre esperaba que ella llegara para decirle todo lo que había pasado por mi cuerpo en su ausencia y ella llegaba con un cargamento de líos, a las apuradas, contándome algún conflicto grave que yo debía ayudarle a resolver.
Por aquellos tiempos yo representaba a una Penélope tejedora de deseos que jamás se cumplirían..
A ella el compromiso con una mujer le parecía imposible pero, a la hora del placer, sabía que puerta golpear. Claro que eso era dentro de sus tiempos y sus ganas y jamás pude tocarla, el juego era que yo disfrutara de lo que ella hacía conmigo, sin darse cuenta que mis ganas quedaban atrapadas en mis manos y jamás se las podría mostrar.

Pasaron muchos litros de agua bajo del puente desde aquella historia, histérica y estoica hasta darme cuenta que la culpa de los vaivenes indecisos de esta mujer eran solo parte de mi manía de autodestrucción, mi baja autoestima y mi crédula inocencia de pensar que ella algún día me querría.

He aquí la poesía de aquellos años de angustias y desilusiones...pero de crecimiento.

La tarde de los silencios

I

La tarde cae inevitable
Nos enmudece, nos ensordece
Nos vacía, nos devora, nos desnuda
El sol se lleva en sus entrañas
Todas las palabras que volaron
De nuestros labios

II

Voy a destinar la eternidad
A recorrer el espacio con mis manos
Para atrapar tu mirada crepuscular.
Voy a tirarme sobre la hierba,
a la sombra de una nube
Para que el verde intenso corte en dos mi soledad
Voy a dejar que el silencio aprisione
mi cuerpo y me cubra
hasta convertirme en enredadera
que trepe la inmensidad del horizonte

III

Hubo una tarde en la que el silencio era un gemido de lluvia sobre mi pecho, un redoblar de truenos en mi corazón. Una tormenta silenciosa que se levantaba en tormentosos ojos dispuestos a diluviar sobre mí. A mojar hasta el ultimo de mis sentidos.

Hubo una tarde en que las palabras se aferraron a las cuerdas convirtiéndolas en rejas para que lo sonidos nunca pudieran salir.
Aún los oigo aleteando en mi garganta subiendo hasta mis oídos, ensordeciéndome.

Hubo una tarde en la que yo saque despacio mi piel, la extendí sobre la cama para que no se arrugara quedando al descubierto mis músculos, luego mis órganos, los torrentosos ríos sanguíneos y mis huesos que liberaron mi alma desde el fondo. Mi alma libre como un as de luz se despojaba de pesados prejuicios para perderse en el infinito.

Fue esa tarde cuando el arco iris comenzó a encenderse que mi alma tuvo que volver a acomodarse en el incómodo cuerpo, cerrar todos los cierres de a uno, de adentro hacia fuera. Primero los huesos, después los torrentosos ríos sanguíneos, los órganos, los músculos y la piel ahora impermeable.

Fue esa tarde que el silencio me envolvió como una manta, como una espesa niebla. Apagando los recuerdos que aún sonaban a gemidos de lluvia sobre mi pecho, a redoblar de truenos sobre mi corazón.