lunes, julio 02, 2007

Ser o no ser ¿?


Aún estoy tratando de contestarme una pregunta. Una pregunta que nadie, más que yo, se ha atrevido a hacerme, ¿por qué soy lesbiana?

Creo que hay causas en la historia personal que van marcando el camino de las elecciones. Al menos eso es lo que me ha dicho mi psicóloga y por ahora me cierra

Lo cierto es que tenía muy claro que “no quería ser”.

No quería ser madre, no quería ser esposa, no quería ser una mujer domesticada, no quería dedicarle la vida a ningún hombre, ni a Dios, (aunque en alguna época lo pensaba, pero era una fantasía…un convento lleno de bellas monjas para mi solita.)

Yo quería ser una mujer intelectual. Dedicarme a una profesión (aunque aún hoy no sepa cual). Quería vivir sola en un pequeño departamento con ventanas a la calle por donde entrara el sol de la mañana, y como decía Celeste Carballo “tomarme unos mates y regar las plantas”.Soñaba con tener muchos amigos y amigas y tener una vida social muy activa. Viajar mucho, conocer gente nueva todo el tiempo, escribir, sacar fotos, andar en bicicleta. Quería algo que me hiciera brillar. Ser hermosa y admirada por mi talento.

Eso quería y hasta allí la elección del estado civil apropiado para tales fines era “ser soltera”. No tardaron mis “tías solteras” en desilusionarme y hacerme saber que luego de un tiempo de ser soltera una mujer se convierte en solterona y eso sonaba feo. Aunque yo no me pensaba solterona yo me pensaba intelectualmente activa y eso a me hacía sentir joven. Por el contrario imaginarme ama de casa envejecida y acompañando a un hombre que no hiciera más que escuchar fútbol por la radio mientras iba de mi brazo, un domingo por la tarde, me provocaba una angustia dolorosa.

Viví toda mi adolescencia y buena parte de mi adultez (si es que ese estado se realizó en mi) dentro de mi casa leyendo y mirando televisión, escuchando radio, escuchando buena música, viendo películas extrañas, yendo sola al cine y “autocomplaciéndome” en todo lo que pude. Evitando así cualquier contacto con el sexo opuesto, demasiado opuestopara mi gusto. No era tan necesario mantenerme encerrada, mi físico no ayudaba y mis conceptos intelectuales espantaban al más guapo. Pero, por las dudas, yo seguía encerrada además todo el afuera era irrelevante, mediocre y aburrido, casi tanto como en estas épocas, la idiotez de la gente de mi edad era suprema, las chicas solo hablaban de salir con chicos y se la pasaban arreglándose para gustar a los hombres. Las pobres chicas sin proyectos que en breve se convertirían en madres y esposas no querían juntarse conmigo. Los chicos eran unos tontos con los que no se podía hablar de ningún tema interesante así que para que socializar en tales términos.

Podría decir que yo era una chica solitaria y que de vez en vez encontraba alguna que otra compañera con la que podía compartir mis extraños gustos, pero duraba hasta que la chica conocía a un chico. Como la historia se repetía y se repetía yo optaba por charlar con gente adulta, que muchas veces me halagaba por mi madurez.

De allí a ser lesbiana, al parecer, no estaba muy lejos. Permanecer sola, sin dejarme arrastrar por la vorágine de la norma social ya había sido todo un logro. Permanecer virgen y sin intenciones de cambiar de estado preocupaba a algunas personas de mi entorno que no dudaban en armarme citas con algún conocido soltero y codiciado, a los que, desde luego, no les daba ni la hora. Era en esos momentos fatales que surgía la preguntita ¿che vos no serás…? Mmm no te gustarán las mujeres no?, vos sos rara ... afirmando que algo extraño pasaba conmigo.

Rara era, desde luego no había que ser demasiado observador para darse cuenta que no era como el resto de las chicas de mi edad. No era rara por tener tres ojos o cinco brazos, el prototipo cuasi humano se veía bastante intacto. La rareza consistía en “no ser” lo que debía ser para el momento y el entorno que lo demandaba.

¿Si me gustaban las mujeres? bueno eso era algo que no podía responder a la ligera.Debía pensar un poco en ese termino. Gustarme las mujeres, me gustaban al menos los primeros años de mi infancia me gustaba mi mamá, mi abuela, alguna que otra tía, mi señorita de primer grado, me gustaba que me acariciaran y me abrazaran que me hicieran halagos que me llevaran de la mano a la plaza, que me llevaran de compras y que me dijeran que era hermosa y lo más importante de sus vidas. Si eso era que me gustaran las mujeres!?.. Me gustaban, me gustaba que me amaran y que me cuidaran y sobre todo que estuvieran todo el tiempo conmigo.

Pensando un poco más lejos de la relación filial y amorosa ¿me había gustado alguna mujer que no fuera de mi familia? Y cómo me había gustado sin que mediara una relación afectiva? ¿Ser lesbiana era solo gustar de una mujer? ¿Era sentirse cerca de una mujer aunque esa mujer estuviera muy lejos? ¿Era sentirse feliz con una mujer? Hasta cierto momento de mi vida la palabra “deseo” no existía en mi lenguaje o no se atrevía a brotar en mi lengua y en mi cuerpo mucho menos en relación a una mujer.

¿Cuál fue entonces el indicador de mi “ser lesbiana”? …los años me fueron demostrando que desde siempre mi inclinación hacia ciertas mujeres fue más que un gusto, un placer. Entender el placer por estar entre o con mujeres llevó mucho tiempo (aún esta en proceso), entender el por qué del placer llevó otros muchos, muchos procesos aún en pleno desarrollo

La cuestión es que del escapar compulsivamente de ser heterosexual a ser lesbiana hubo un buen tiempo de espera y maduración. De buscarme a encontrarme hubo mucho camino recorrido, mucha búsqueda y muchas preguntas.

¿Por qué se me ocurrió ser lesbiana teniendo en cuenta que el solo hecho de no ser heterosexual implicaba un conflicto. Sabiendo que el camino sería difícil, a contramano. A sabiendas que este camino sería doloroso y sobre todo silencioso, muy silencioso o mejor dicho silenciado?.

Mas allá del gran temor a ser aquello de lo que no tenía noticias, ni referencias, más que comparaciones con mujeres feas, masculinizadas y silenciosas de las que casi nadie quería hablar, yo avanzaba, obstinada, en tinieblas, a tientas por los recovecos de mi cuerpo, buscando y buscando las respuestas. No había mucho que responderme a mi misma, tal vez los interrogantes eran ajenos, no míos, yo sabía lo que “no quería ser” esa era la respuesta más puntual y lo que quería ser era algo prohibido, oculto, feo, enfermo y que no debía ser. Aún así yo sabía lo que “no quería ser”.

Más que una ocurrencia, entonces, podría concluir que “no ser” era una certeza ciega y terca pero una certeza que desactivaba lo que se me imponía. Era una forma de tomar grandes riesgos, desafiar a la mayoría, discutirle a la vida pre fabricada y determinada por otros. Era pelear contra un sistema enorme e invisible del cual mi pequeña cabeza no conocía nisiquiera la forma, pero con seguridad, monstruoso y no querido.

No pertenecer al montón, que no se cuestionaba nada, me daba esperanzas y tiempo para buscar dentro de mí y acertar que no estaba equivocada en mi rebeldía y sobre todo que el camino, por enmarañado que se presentara, guardaba un sitio de luz para mi.

Las palabras adecuadas

Como todos los 8 de marzo, sufro una especie de dolor de estómago, pero que no se aloja unicamente en el estómago físico, se adentra en algún lugar del cuerpo que me revuelve las tripas de las ganas y las certezas.

Los homenajes vacíos, a señoras que andan por la vida, las palabritas solidarias, las florcitas baratas, las promociones por el día "d", los politiquitos que aprovechan la ocasión para prometer sus mierditas oportunistas.
En fin el asco y la bronca me invaden, además, porque la mayoría de las señoras andan contentas con tamañas sonseras.
"Al menos se acuerdan de nosotras" dicen unas, otras resignadas dicen "bueno pero algo es algo" y las más se sienten como pimpollos de los jardines de los señores que las halagan por andar portando un útero que les es útil a sus fines.

En definitiva no es más que la política del violento, te martirizan 364 días y uno al año te hacen un regalito miserable.

Y el revoltijo se agudiza cuando intento compartir mis pensamientos con mis ¿pares? discutir y discutir, que esto no es más que mercantilizar un día de lucha, intentar que razonen que es un día de lucha por nuestra dignidad, es como explicar física cuántica a un simio bebe.

No son mis pares tontas ni ignorante, ni estúpidas, ni hacen todo esto porque quieren, son solo mujeres, mujeres que han consumido desde que nacieron este discursito de ser sirvientas y de ser mínimas expresiones de la costilla del señor dueño del planeta y sus criaturas, el hombre.

A mis pares aún les falta verse, desde luego, ¿en que momento se van a ver si nacen y mueren sirviendo a otros y otras?.

En fin creo que hay grandes mujeres que ven y dicen, de manera mucho más poética y sensata esto que trato de decir yo, mujeres que honran con sus letras la existencia y la lucha de quienes no nos permitimos claudicar.


OBRERAS DEL PLACER

En un creciente escenario de militarización, el Estado criminaliza el placer de las mujeres y autoriza la violencia contra nuestros cuerpos. El útero es el órgano confiscado. En la historia de los hombres y de dios, hemos sido capturadas en cuerpos para reproducir, para criar hijos, para servir, para agradar, para acatar. En el capitalismo, el placer es una mercancía, somos sirvientas del placer para los otros. La precarización laboral define el tiempo de la esclavitud sexual. La plusvalía para el capital, su ganancia emocional, es nuestro agotamiento corporal. La herida, el golpe, la ley, la moral, la mirada, el asesinato, la hoguera, la cárcel, el hambre, han sido los castigos por transgredir el principio de obediencia. El neoliberalismo nos alza como trofeo de la igualdad, con su sonrisa esperpéntica que acata y calla la pobreza que nos mata. La coerción y la restricción son las marcas de la desigualdad, que oferta comportamientos uniformes en las góndolas de la represión. Todo escenario de guerra nos degrada.

Somos las trabajadoras con cuerpos improductivos contra la explotación,

las obreras que hacemos de lo habitual la ocasión para el espasmo, para el filo del goce,

las artesanas que abandonan la pasividad para encender la intensidad del tiempo

las cautivas que destruyen las prisiones de la piel que nos niegan,

las historiadoras que trazan la desclasificación de los archivos seriales del erotismo,

las fabuladoras de pensar insatisfecho que siembran dudas, sospechas y discordia

las costureras de los hilos de rebeldía

las practicantes del arte del descalce y el intervalo que desorganiza el pacto de la mecánica machista

las constructoras que ensayan respuestas a la arquitectura de la violencia

las aventureras que experimentan formas de modificar la vida

las intrépidas que rompen la ortodoxia del placer genital

las terroristas que boicotean las lógicas patriarcales

las expropiadoras del excedente del trabajo, haciendo de la obligación una razón perecedera

las divorciadas de la matriz “femenina”, de los modelos de renuncia, abnegación y sacrificio extremo

las arqueólogas de una literatura de deriva, enterrada, provocadora, que altera el “orden natural” del silencio

la mano de obra desocupada para nuestra masturbación colectiva, para las nuevas formas de hacer sexo

las predicadoras que tienen pertenencias móviles, juegos indebidos, signos indescifrables

las cocineras que hornean presentes que hierven

Porque para las mujeres obreras del placer, el placer:

es la autodeterminación, es decir NO

es una pertinaz insistencia de vida,

es el mapa de los micropoderes posibles ,

es el fluido de la conciencia que busca el consentimiento,

es el orificio por el que escapan los sonidos de la ira,

es un agradable accidente que interrumpe el escandaloso paisaje de una vida apabullada por el acoso,

es un giro en la cuadrícula de la dominación patriarcal,

es la migración hacia el territorio inexplorado de las palabras,

es la sustitución del devenir vergüenza en devenir orgullo,

es el ejercicio diario de frustrar el diseño sumiso de las mujeres,

es la hendidura en la plana imaginería del consumo y el lucro,

es la estimulación intensa del cuerpo sin zonas rojas,

es una extrañeza en la geografía moral del cuerpo,

es la subversión de las jerarquías de poder,

es la discontinuidad con el testimonio de la penitencia,

es el desvío hacia una justicia sensible,

es la vibración nocturna en la oscilación del sueño,

es un invento ante el desgaste del discurso,

es la alteración de la coherencia del deseo,

es la distancia entre la satisfacción y el olvido.

Entre herencias de dictaduras y gritos de la tortura doméstica,

las mujeres estamos afilando la lengua…

fugitivas del desierto – lesbianas feministas

8 de marzo del 2007.