lunes, febrero 20, 2006

Amaneciendo

Late el reloj en el silencio de la casa.
Aún no amaneció, el cielo está intentando volverse luminoso.
Aprovecho este silencio, que deja oír mis palabras, para escribir lo que siento en este nuevo día, tal vez comience a marcar mi destino con tinta y ganas nuevas.
En un rato despertará el barrio y la ciudad toda, se sentirán las persianas chirriar, lloraran los chicos de enfrente, la vieja de abajo golpeará las tercas puertas y comenzará el ritual obsesivo de baldear el patio.
Por ahora solo oigo el rumor de la fábrica masticando el aire fresco y vomitando humo oscuro sobre la mañana que comienza.
Por ahora solo oigo los pájaros bochincheros que despiertan, el sonido de algunos autos y colectivos en la ruta, que comienzan a romper la armonía de la deshecha noche.
Está amaneciendo, como todos los días, saludo al sol mi gran amigo, que me abrasará y sofocará y hará que mi día sea más difícil de transitar en el ardor del cemento, pero lo amo igual y él lo sabe.
Tomaré las pequeñas cosas bellas que me regale este día, las guardaré como tesoros en los bolsillos vacíos de mi alma, miradas, dolores, sonrisas, sueños, colores con las que haré un collar de piedritas luminosas.
Volveré a mi hogar después de trabajar mucho, volveré cansada y alejada de la frescura de la mañana, cargada de cansancio y ruidos, con arenitas en los ojos y algunas lágrimas escondidas. Entraré en mi casa, me refugiaré en la mirada limpia y clara de mi compañera, mis amadas amigas peludas y mimosas me darán caricias plenas de felicidad por mi llegada.
Entonces, me pondré a escribir sobre el blanco cuerpo de mi amada la historia de un día más.