domingo, mayo 07, 2006

Siempre Libre!

La menstruación es “el tema” que nos cruza casi toda la vida a todas las mujeres.
Motivada por los comentarios del tema que leí en el blog de una gran escritora, Gabriela de Cicco, http://pont_des_arts.blogspot.com/2006/05/de-la-menstruacin.html , me dispuse a contar mi experiencia.

Todo comenzó una siesta de otoño, yo era una nena extraña, que no pensaba en crecer ni en ser jamás una mujer, o al menos no una mujer como lo era mi madre o mi abuela o todas las mujeres que conocía.
Yo no quería ser una mujer oscura a la que siempre le dolía algo, una mujer con golpes y con tristezas que se veían desde lejos. Es más yo no quería ser una mujer porque ser una mujer implicaba ser madre, ama de casa o maestra, yo quería viajar, aprender y aprender, navegar ser una pirata, recorrer jardines imperiales, ponerme los suecos y las camisas de muchos colores que usaba mi tía hippie.

Pero este asunto de crecer era inevitable y aunque yo no lo quisiera tenía un entorno que me obligaba. Mi hermana, tres años menor que yo (de solo siete añitos), se la pasaba preguntando y preguntado y metiéndose en un montón de asuntos escatológicos, que a mi no me interesaban. Ella veía parir a las perras, ella veía que a mi mamá le salía sangre de algún lugar y lo decía por todas partes. Yo jamás advertía nada de todo eso, mis intereses estaban total y absolutamente vinculados a cuestiones científicas y geográficas, de cómo nacían los seres humanos no me interesaba, ni me parecía que debiera interesarme.

Mi madre, ante tanta curiosidad de una y tanta distracción de la otra, en este caso yo la mayor y la que debería estar más interesada , desplegó un arsenal de diccionarios, revistas, enciclopedias, papeles y lápices para explicarnos a ambas las cuestiones que como niñas debíamos saber.

En aquella siesta de otoño mi mamá toda entusiasmada, comenzó la magistral clase arrancó con la metáfora de la tierra fértil y la semillita y unos hermosos dibujitos de óvulos y espermatozoides, ovarios, útero, etc. Palabras que yo iba buscando en el diccionario para verificar la veracidad de las mismas, pero en mi obtusa cabeza no entraba que todos esos órganos estuvieran dentro de mi panza.
Hasta que llegó la terrible explicación de la menstruación. Mi madre, siempre con el diccionario en mano, quiso convencerme de “lo natural” y magnífico que era este acto. Sucedería así: habría un sangrado, que duraría tres o cuatro días con el objetivo de limpiar el útero de un óvulo que no había sido fecundado. Casi con lágrimas en los ojos, me decía que este era un acto maravilloso de la naturaleza, la preparación del cuerpo de la mujer para ser madre, para dar vida. Salí corriendo, tapándome las orejas con las manos y gritando que ni loca se creyera que a mi me iba a pasar eso. Me fui llorando a refugiarme debajo de mis árboles amados repitiendo una y otra vez que no me sucedería a mí, lo decía como un conjuro, como si mis palabras hubieran podido detener lo inevitable.

Aunque mi resistencia era persistente la idea no dejaba de rondarme por la cabeza y me perturbaba bastante, todo cuanto se refiriera al tema me caía pesado y trataba de evitarlo, salvo por una publicidad que aparecía en la revista “ Selecciones del Rider Digest ”, una hermosa mujer con el cabello largo al viento y los brazos abiertos con una enorme sonrisa, en un prado lleno de flores era el marco que publicitaba las toallitas femeninas “siempre libre” me provocaba cierta curiosidad, ¿Qué la hacía tan feliz a esa mujer? Sería yo siempre libre después de menstruar? Sería dichosa con aquel espantoso suceso?

Mi negación no pudo detener el tiempo y dos años después, de la tortuosa tarde otoñal, sucedió, el 8 de diciembre, día de la virgen, el patio olía a jazmines y a verano, yo me sentía extraña, más que de costumbre, me dolía algo que no podía precisar qué era, pero era un dolor muy viejo, muy agobiante, un dolor inexplicable y una tristeza profunda, una tristeza que no había sentido antes, tal vez la tristeza de saber que mis conjuros habían sido en vano.
Sentí algo pegajoso en mi bombacha, algo que no era común, algo que molestaba y fui al baño, allí una mancha marrón oscura y de mal olor manchaba mi ropa, entonces llamé a mi mamá, con la frustración inmensa de tener que darle la razón. Ella se emocionó mucho y se lo contó a mi tía abuela que vivía con nosotras, y de haber tenido teléfono hubieran llamado a todas las mujeres de la familia, para escandalizarme mejor. Igualmente al otro día apareció mi abuela toda llorosa y con un regalito premiando mi maravillosa experiencia.

Nunca pude sentir esa felicidad que estas mujeres de mi entorno promovían, nunca pude comprender muy bien por qué la naturaleza se ensaña de semejante manera con las mujeres, por qué nos toca estar listas, aunque no lo deseemos, para parir, por qué a nosotras.

Yo propongo un listado celestial en el cual se le pregunte a las niñas, 2 segundos antes de salir de la cueva, si querrán parir. Si la respuesta es no se las liberará del detalle de la menstruación despojándolas así de andar sangrando al divino botón.