domingo, marzo 12, 2006

El trabajo dignifica


En este tema de los típicos estereotipos, estereotipados, sucede que una, ya a los 37 años, no sirve ni para tocar el timbre, ni para mirar quien viene.

Desde el vamos, antes de los 37, tampoco daba el "estereotipo" nunca fui flaca, ni rubia, ni hermosa muchisisisisisimo menos sexy, por lo tanto en mis ambiciones, tontas, absurdas, estúpidas, en una palabra, de conseguir un trabajo de secretaria o algo parecido, fracasé y fracasé.

Pues la secretaria debe ser (según las películas, novelas e imaginerías masculinas) dos puntos atención:
Alta, flaca, tetona, culona, cintura de avispa, poco avispada, decir siempre que sí, y sobre todo, por eso debe de ser flaca, sentarse en las rodillas del jefe ¿?¿.

Al menos por eso lado pretendían educarnos en la secundaria. Estudie el secundario con una terminalidad administrativa, no fui brillante pero tenía los mejores promedios de toda la escula, (era una escuela chiquita). La profesora de gimnasia se empeñaba en torturarme con ejercicios infrahumanos y ante mi reniegue y negativas de cumplir con su macabro plan, ella sostenía que debía formar mi físico para ser una secretaría esbelta y dotada para cumplir con mis tareas satisfactoriamente.

Desde luego me llevé gimnasia, desde luego nunca pensé en ser Melani Griffit y nunca se me hubiera ocurrido sentarme en la falda de un tipo para escribir una carta. En el último de los casos mi fantasía tiraba más para el lado de encontrarme con una compañera de tareas que me invitara a cenar a su casa, en una noche de tormenta, viéndome obligada a dormir en su única cama, pero eso era algo que la profe de gimnasia desconocía, aunque era una vieja medio rara.

Por aquellos años de estudiante soñaba con un puesto de trabajo que me diera la posibilidad de ejercer aquellas materias, muy interesantes para mi gusto, "organización de empresas" "ética de las relaciones humanas y profesionales" en donde aprendía cómo se relacionaban las oficinas de una empresa entre si y cómo se debía proceder dentro de las tareas profesionales para ser exitosa. Me imaginaba siendo parte de una organización en la que mi trabajo se distinguiera, como en la escuela, por mi capacidad de organizar, de cumplir, con exageración, mis tareas, por ser absolutamente responsable de mi puesto, por escribir cartas comerciales distinguidas y creativas, logrando así ascensos y premios que me dieran la posibilidad de comprarme una casa pequeña con patio y jardín y un citroen amarillo con el que pudiera hacer viajes felices, con una chica talentosa a mi lado, por supuesto. (Aclaro que de todas estas ilusiones solo conseguí la chica talentosa a mi lado, que no es poco)

Luego de tantos y tantos años de repartir, como volantes de rotisería mis curriculum, cada vez más desactualizados. Luego de haber hecho cualquier cosa menos lo que aprendí en la escuela y luego de darme cuenta que para, estas alturas de la realidad, solo consiguen trabajos buenos los hijos y entenados del poder, debe haber sido siempre así, pero yo no me daba cuenta, entendí que lo mio es fregar, con orgullo y distinción, fregar para que las señoras amas de casa luzcan sus brillantes objetos, fregar para sentirse absolutamente necesaria y que las mujeres no pueden vivir sin mi, fregar para que se peleen entre ellas diciendo que tienen a la mejor, la más responsable, e intelectual empleada doméstica.


Debería haberle hecho caso a la profesora de gimnasia al menos hubiera desarrollado otras capacidades dentro de la opresión.

Gal marzo 2006.