Me causa mucha extrañeza oír a mujeres jóvenes angustiadas porque aún no han conseguido tener un hijo o hija. Desde luego yo ya ni me gasto en explicar el porque a mi edad no he sido madre aún y con ese “aún” pretenden dejar abierta la posibilidad de que en algún momento pueda serlo. Por estas épocas, un poco más vieja y más cansada, para no salirles con el tremendo argumento, digo que “aún” tengo tiempo para pensarlo. Puede parecer una cobarde actitud la mía pero en realidad es para que no me jodan.
Esta sensación de angustia que muchas mujeres sienten por la "no maternidad", tan incomprensible para mi, no ha de ser más que el machaque constante que se ha hecho sobre las mujeres durante siglos. No ser madre es automáticamente no ser nada, no ser mujer, no ser productiva, estar yerma, estar fuera. No ser madre es frenar el mecanismo infernal de este menudo parquecito de diversiones.
Tal parece que este mecanismo, llámese sistema, llámese cultura, se ha encargado de hacernos sentir, a todas las mujeres, unas infelices si no parimos, como si no fuéramos capaces de crear, parir y hacer obras inmensamente hermosas, inmensamente nuestras.