lunes, enero 22, 2007

Maternidad y omnipotencia

Vuelvo al tema de la maternidad porque es el tema eje en el psicoanálisis y en la vida cotidiana. Porque todas nacemos de madres, mujeres y ese vínculo, para bien o para mal, se convierte en indisoluble. Nadie se puede divorciar de su madre y hacerle un juicio por los estragos causados. Así se ha ido conformando una sociedad nacida de mujeres, educada y moldeada por mujeres. El discurso heteropatriarcal ha sido transferido mayoritariamente por mujeres en el marco del cotidiano y cálido seno hogareño.

Las mujeres estamos marcadas por el omnipresente mandato maternal, se nos ha metido muy dentro del lenguaje, de la piel y de nuestras mentes.
La sociedad mira con ojos alucinados a las madres, la venera, la idolatra.
La maternidad vuelve a las mujeres más bellas más luminosas, más jóvenes, más santas, desde luego porque la maternidad vendría a justificar el soberano revolcón que las mujeres tuvieron exactamente nueve meses antes de convertirse en esa magnifica figura digna de adoración y respeto. La enorme panza vendría a ser el árbol que tapa el bosque de lujuria, la noche de sexo, gemidos, eyaculaciones, contorciones placer y sudor que dan origen a la criatura.

Las madres son omnipotentes, soberbias e indiscutibles. Cómo para no serlo! han tenido el poder de crear un ser humano, lo han mantenido con vida a través de su sangre, le han construido párpados y luz en los ojos, le han hecho riñones, dedos piernas, sexo hasta cerebro. Los han traído al mundo a través del dolor, y esto estará presente en cada bocanada de aire que el ser respire, para no olvidar jamás que tan grande ha sido la entrega hacia el hijo-hija amada. Con este discurso gobernaran la vida entera de su amada cría.

Así pues las mujeres andamos por la vida con la carga indiscutible del deber ser. No importa si en ese deber ser quedan deseos truncados. Lo importante para el sistema es que las mujeres seamos funcionales. Parir y reproducir expandirse, generar hijos e hijas para la patria para la infernal maquinaria de la guerra, para el mercado de la prostitución, para el mercado de los medios, para el mercado de la droga, para alimentar al hambriento volcán que humea desde el nacimiento del sol.

Así pues sin darse cuenta la mayoría de las mujeres desea, con febril ansia, parir ser madre, ser poderosa, hacer una extensión de su cuerpo, una sucursal de sus anhelos en un cuerpito nuevo hecho a la perfección por su propio cuerpo, rellenarlo luego con sus ideas y sus ganas truncadas y ver andar su maravillosa creación.

A las mujeres el sistema, el que sostiene un discurso hegemónico, autoritario y absolutamente misógino les ha conferido un único poder, el de ser madres y a cambio de la abnegación y entrega les han regalado un alo de santidad al que nunca desearan renunciar.

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